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La función del arte en esta coyuntura

La función del arte en esta coyuntura

Quienes se acercan a esta publicación tienen una mirada sensible sobre el arte y la cultura, pero nunca está demás preguntarnos: ¿Cuál es el compromiso en estos tiempos?, ¿Con qué imagen visual se debería interpelar a este modelo de sociedad? Tenemos la obligación de contestar quienes hacen del arte una herramienta transformadora, una herramienta de reflexión crítica y emancipadora.

Sabemos que no hay fórmulas que aclaren los grises entre el panfleto visual y la obra plástica. En todo caso debemos reflexiones ante las producciones visuales: 

¿Cuál es la intencionalidad? ¿Qué se quiere decir con la imagen? Y ¿Qué elementos del lenguaje plástico y estético, están presentes en ella?

Se hace necesario sostener una coherencia entre el decir y el hacer, es inevitable ejercer la sinceridad intelectual; un trabajo personal, despojado de mezquindades, de egos y certezas preconcebidas que definen la grandeza o la miseria del  “ARTISTA”, (o si se quiere trabajador de la cultura) y hacernos algunas preguntas:

¿Está prohibido hacer un panfleto de la imagen? ¿Cuándo deja de ser un panfleto para convertirse en una obra de arte? ¿Se puede hacer algo con el lenguaje plástico al tiempo que sea simple y directo? ¿Es posible romper con el hermetismo y los códigos del lenguaje plástico para ser interpretado por amplias mayorías? ¿Entiendo y aplico los códigos del lenguaje plástico en todo lo que hago?

Propongo partir de la intencionalidad del hacedor, entendiendo que no se trata de justificar cada obra con un texto, fundamentando cada ejercicio visual con argumentos verbales. 

Lo más difícil es esa honestidad intelectual para reconocer en cada producción el aporte Estético de los Elementos Plásticos que intervienen en una imagen testimonial en diálogo con el observador. Hablo de esos elementos que no pueden faltar en toda obra: la construcción de la imagen, el equilibrio formal, las estructuras de valor y las estructuras cromáticas, la relación de formas y espacios de grandes o pequeñas dimensiones, los contrastes y las tensiones en equilibrio con los espacios de silencio, las direcciones que proponen una lectura, un recorrido visual del relato, la materia, los silencios. El todo en diálogo con el paisaje, figurativo o abstracto, el paisaje y el hombre que lo habita, la identidad.

Cuando hacemos un recorrido por las grandes manifestaciones del arte social en la Argentina del siglo XX, nos encontramos entre otros con De La Carcova, Spilimbergo, Castagnino, Quinquela, Berni, Seoane, Alonso, Carpani, Sanchez, Elena Diz, Molari, Ponciano Cardenas o Campodónico (solo por nombrar algunos) y nos resulta imposible separar el compromiso ideológico de su producción plástica. 

La Ética y la Estética se encuentran comprometidas en una actitud de trabajo y pensamiento plástico al mismo tiempo, “ellos hicieron de la Estética una herramienta para los desafíos Éticos de cada tiempo”. En sus trabajos hacen un camino de aprendizaje permanente, son capaces de pensar y repensar su posición y su propio trabajo en forma crítica. Están en permanente reconstrucción de su propio ser y su identidad. Son la esponja y el filtro del tiempo que les toca, espejo en su contemporaneidad, avanzan o retroceden en sus producciones y con todas las contradicciones, pero de ninguna manera son indiferentes o simples espectadores pasivos.

Hoy somos parte de una sociedad de consumo que nos empuja lejos de un sujeto solidario y comprometido, todo tiene precio y poco tiene valor. A pesar de eso, algunos artistas irrumpen en este escenario para proponer otra mirada, para interpelar a la sociedad y esos “valores”, para desnudar las contradicciones con las herramientas visuales del pensamiento convertidas en imagen, su aporte es invalorable en la tensión que producen estas miradas sobre la misma sociedad.

Es una lucha desigual donde el poder real usa sus recursos para no perder territorio y los artistas llegan para poner en evidencia estas diferencias en una suerte de espejo frente a los discursos de la banalidad. Ellos empujan con mucho esfuerzo para proponernos una sociedad mejor, más igualitaria, más solidaria más justa  y emancipada, ya que “los beneficios materiales no tienen sentido sin los beneficios culturales que satisfacen la construcción del ser y la realización colectiva al mismo tiempo”. 

Por esta razón hay que dar batalla cultural en todos los frentes; sin temores, sin delicadezas “lavadas” o realidades “pulidas”, enfrentando a la “banalidad”.

Cada sociedad ha sabido utilizar las producciones culturales y especialmente visuales en la construcción de su identidad, el modelo mercantilista compra, vende y corrompe. El desafío que se impone en esta hora es saber qué lugar ocupamos en esa tensión. Hay riesgo, no es fácil ni es “cómodo”, requiere trabajo y compromiso, es agotador y frecuentemente ingrato, pero solamente teniendo una mirada retrospectiva sobre aquellos artistas que nos conmovieron y nos enseñaron con sus obras y convicciones estaremos más atentos a los “desvíos” Debemos hacer una elección definitiva sobre el espacio que queremos ocupar en la historia del arte de nuestro tiempo.

Mauricio Nizzero

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